A sesenta y cinco años
de su estadía en
Xalapa
La
relación que mi compatriota, la chilena Gabriela Mistral, -ganadora
del Nobel de Literatura en 1945- tenía con su país, era
conflictiva. No por casualidad más de la mitad de su vida la pasó
en otra geografía. En su tierra natal no sólo sufrió rechazo por
destacarse como Directora de escuelas primarias – sin poseer un
título académico- sino que también por abogar por los excluídos,
siendo ella, mujer. Por esto, no titubeó en cooperar desde la
pedagogía con la Revolución mexicana, cuando el novel Ministro de
Educación, José Vasconcelos, instaurador de un nuevo sistema
educacional, la contrató por dos años, entre el 1922 al 1924.
Gabriela
Mistral absorvió en México los variados pensamientos que subyacían
en ese período, nutriendo su peculiar doctrina político social que
la acompañará por siempre: Derechos Humanos: específicamente los
problemas de las minorías sociales y raciales. Cristianismo Social:
plasmado en la búsqueda de la justicia económica y libertad
política. Antitotalitarismo. Antifascismo ,Anticomunismo ,
Antimilitarismo y la oposición a toda tiranía. Pacifismo: apoyo a
las tácticas de no violencia activa de Mahatma Gandhi, ataque a las
guerras imperialistas y a la proliferación nuclear.
Latinoamericanismo: Promoción de la Reforma Agraria y la
Emancipación de los pueblos del yugo norteamericano. Ilustrativo fue
su apoyo incondicional y su difusión a nivel mundial de la lucha de
Cesar Augusto Sandino en Nicaragua, contra las tropas de ocupación
estadounidenses. Lo bautizó como “General del pequeño ejército
de hombres libres.”
La
importancia de su estadía en México en la década del veinte y de
los principios que aquí gestó, la hicieron aceptar el regreso, en
compañía de su secretaria Doris Dana, esta vez a tierras
veracruzanas. Invitada por el Presidente de la República, Miguel de
Alemán, en diciembre de 1948, fue recibida por el Gobernador del
Estado de Veracruz, Adolfo Ruíz Cortinez. Ante el interés que
despertó su arribo en la ciudadanía, Mistral realizó un cúmulo de
actividades en la zona, como la inauguración de bibliotecas,
escuelas públicas – algunas de las cuales llevaron su nombre- e
infinidad de conferencias que se transmitieron por estaciones de
radio.
Paralelamente,
al interiorizarse Gabriela de la persecución política que el
Presidente chileno, rabiosamente anticomunista y de corte
autoritario, Gabriel González Videla, emprendió entre otros, en
contra de Pablo Neruda, ella apuntó en su Diario íntimo,
Bendito mi lengua sea,
recuperado entre sus archivos y publicado el 2009, “Yo quisiera
evitar el viaje a México, mientras dura la tensión que hay en
Santiago. Conozco muy poco a Neruda en lo personal, mucho en su obra,
que admiro profundamente. Es seguro que aún se encuentra en Chile.
Es lamentable tales vicisitudes en un gran poeta como él, y es mi
deseo más vivo que todo se solucione satisfactoriamente”.
Por
su parte, Gabriela Mistral también estaba en una posición incomoda
con el Poder Ejecutivo, a pesar de que se le designó como Consuleta
ante Veracruz, su nombramiento oficial no llegaba. Ella ignoraba que
tal gesto constituía una resolución internacional, pues la
adversión se debía a cuando Gabriela, recién galardonada con el
Nobel, fue recibida en audiencia por el Presidente de Estados Unidos,
Henry Truman. En la ocasión, intempestivamente la poetisa señaló
“Señor Presidente, ¿no le parece una vergûenza que siga
gobernando en República Dominicana un dictador tan cruel y
sanguinario como Trujillo? Yo quisiera pedirle algo, un país tan
rico como el que usted dirige debería ayudar a mis niños e
indígenas de América Latina, que son pobres, que tienen hambre y no
tienen escuelas”.
Convencidos
por la administración norteamericana, de la inminente Tercera Guerra
Mundial contra la Unión Soviética, el gobierno chileno se alineó
con Estados Unidos e impuso una política de caza de brujas contra
los hipotéticos enemigos. Si bien en un primer momento estuvo
dirigido contra militantes del Partido Comunista, en los meses
siguientes, se hizo extensivo a otros sectores, que eran sospechosos
a la visión imperialista, dentro de las cuales se encontraba la
díscola y provocadora Gabriela.
Frente
al silencio de Santiago de Chile a su designación oficial en el
Consulado, expresó en su Diario “Vivo como nunca viví: sin saber
donde estoy mañana, me han abandonado. Hoy recibo cartas de un
patricio nuestro, senador y jurista que me dice que está pidiendo mi
traslado a Italia. Parece que se están burlando”. Esta
incertidumbre, sumada a la alta temperatura del puerto le generó un
grave problema de salud, que derivó en que por recomendación médica
se fuera a vivir a la Capital del Estado, Xalapa, donde se le declaró
huesped de la Hacienda El Lencero, a fines de abril de 1949.
Por
entonces la ciudad de Xalapa, tenía aproximadamente 60 mil
habitantes, la circundaban cinco ríos y los recorridos citadinos
eran mayoritariamente caminando, pues la locomoción colectiva y los
automóviles eran escasos. La inauguración de la Avenida Ávila
Camacho y el drenaje de la calle Úrsulo Galván que ostentaba para
la época un poderoso alumbrado público recibieron a la Mistral en
plena modernización y transformación de la urbe. Dos poderosos
medios de comunicación, el Diario de Xalapa y la estación de radio
XEKL, mantenían diariamente conectados a los xalapeños con el resto
de México y el mundo.Ya restablecida en la nueva ciudad, Gabriela
se hizo asidua visitante del Mercado Jauregui y constante asistente
del cine El Lerdo. Participó concediendo un sinnumero de ponencias,
generalmente en el Colegio Preparatorio, hoy conocido como la Prepa
Juarez. Entabló también una fluída relación con la Universidad
Veracruzana, a la cual cooperó con varios artículos en la revista
Uni-Ver. Paralelamente recibió en su lugar de residencia las visitas
de destacados intelectuales, artistas y políticos, entre ellos el
expresidente Lázaro Cárdenas.
Sin
duda, la mayor atención de la Mistral fue concedida a los
integrantes de la revista de cultura de Ciudad de México, ABSIDE,
editada por los hermanos Mendéz Plancarte (de orientación católica,
lo que marginó la publicación, por los críticos de los círculos
literarios). Gabriela ejerció fuerte influencia entre las poetisas,
Emma Gomez, Margarita Michelena y Rosario Castellanos, miembros
activos de la revista.
En
agosto del año ´49, llegó a México -tras escapar de su
persecución política- Pablo Neruda para participar en el Congreso
Internacional de Partidarios de la Paz. Nunca sabremos porqué no se
reunieron, no obstante que ella, meses antes en conjunto con un grupo
de intelectuales chilenos, representaron ante los poderes públicos
de Chile la conveniencia de aprobar el libre retorno a la patria del
escritor, “maestro renovador de la poesía hispanoamericana” que
se encontraba en el exilio.
Al
arreciar los ataques en Chile contra su persona y su obra, entre
ciertos grupos académicos, Mistral interiorizó su ánimo apuntando
en su cuaderno “Cosas muy malas han dicho de mí en aquel país que
Dios me dió por patria. A ciertos compatriotas solo les falta
atribuirme un asesinato. También eso anda en biografías escritas
allá adentro, en las cuales se dice que Romelio Ureta se mató por
mí, aunque sabe la justicia que se mató por un desfalco hecho en
vísperas de su casamiento forzado con una señora que le pedía
lujos. También las lenguas infames han dicho allá que Yun, mi
sobrino, se mató por causa mia, dándomelo incluso como obsesionado
por amor de mí. No desea volver a lugares del mundo donde se hace
con los propios asuntos una novela policial. Yo no soy ningún
dechado, tampoco una cosa extraordinaria. Yo soy una mujer como
cualquiera otra chilena. Mejor me pongo a regar estas plantas que
pongo en mi tierra, en el jardin del Lencero”.
Ya
repuesta de salud, Mistral resolvió regresar a Veracruz para retomar
su cargo consular honorífico. Refirirá así su alejamiento de
Xalapa “En esta casa de horizonte desatado, con la hierba alta y
dulce, en contorno con los corredores callados por la gracia del
ladrillo culto, con el agua próxima, pero dormida, con el arcangel
celador de su higuera hindú al costado y con cada aposento diverso
pero igualmente aceptador, con el fuego rojo y morado de las
bugambilias, con la iglesia greco-romano y con unos ponientes
abrazados. En esta casa de época noble que guarda su nobleza,
mansión celada por la mano vigilante de una patrona santa y el trato
fuerte de un patriarca y por cuidado de cada uno de sus servidores.
Bajo estas tejas sin trizadura y estas puertas con cerrojos nocturnos
y tan aceptadores de día para cada huesped que llamó – y fueron
muchos- durante medio año. Aquí viví yo en paz y dulzura, siendo
todo lo feliz que pude ser y deseé en cada uno de los ciento ochenta
días la dicha de sus castellanos y la de México conjuntamente. Una
larga vida para ellos y toda buenaventuranza para esta patria dos
veces buscada y hallada dos veces.Y me voy volviendo la cara a cada
paso para retenerla un poco más y mejor bendecirla”.
Durante
un año aguardó inútilmente -a pesar de la promesa del Ministro de
Relaciones Exteriores chileno- el decreto correspondiente a su
nombramiento oficial. Su interés en el cargo era poder completar
años como funcionaria pública para así obtener una justa
jubilación.
Finalmente,
optó por volver a la docencia esta vez en Estados Unidos,
abandonando México en diciembre de 1950. Solo en el ´53 y cambiado
el Gobierno en Chile, fue designada Cónsul en Nueva York.
En lo
que concierne a su patria, recién en 1954, Gabriela recibió su
homenaje -tardío- por su Premio Nobel.
No
sorprendió a quienes conocían a la poetisa, que durante su
velatorio en Nueva
York, estuviera junto a su ataúd los emblemas patrios de Chile y de México, sus
tierras de origen y de elección.
York, estuviera junto a su ataúd los emblemas patrios de Chile y de México, sus
tierras de origen y de elección.
Oscar
Ortiz Vasquez, historiador chileno.
Bosquejo
de su próximo libro sobre Gabriela Mistral en México.
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