miércoles, agosto 13

Gabriela Mistral



  A sesenta y cinco años de su estadía en Xalapa

La relación que mi compatriota, la chilena Gabriela Mistral, -ganadora del Nobel de Literatura en 1945- tenía con su país, era conflictiva. No por casualidad más de la mitad de su vida la pasó en otra geografía. En su tierra natal no sólo sufrió rechazo por destacarse como Directora de escuelas primarias – sin poseer un título académico- sino que también por abogar por los excluídos, siendo ella, mujer. Por esto, no titubeó en cooperar desde la pedagogía con la Revolución mexicana, cuando el novel Ministro de Educación, José Vasconcelos, instaurador de un nuevo sistema educacional, la contrató por dos años, entre el 1922 al 1924.

Gabriela Mistral absorvió en México los variados pensamientos que subyacían en ese período, nutriendo su peculiar doctrina político social que la acompañará por siempre: Derechos Humanos: específicamente los problemas de las minorías sociales y raciales. Cristianismo Social: plasmado en la búsqueda de la justicia económica y libertad política. Antitotalitarismo. Antifascismo ,Anticomunismo , Antimilitarismo y la oposición a toda tiranía. Pacifismo: apoyo a las tácticas de no violencia activa de Mahatma Gandhi, ataque a las guerras imperialistas y a la proliferación nuclear. Latinoamericanismo: Promoción de la Reforma Agraria y la Emancipación de los pueblos del yugo norteamericano. Ilustrativo fue su apoyo incondicional y su difusión a nivel mundial de la lucha de Cesar Augusto Sandino en Nicaragua, contra las tropas de ocupación estadounidenses. Lo bautizó como “General del pequeño ejército de hombres libres.”

La importancia de su estadía en México en la década del veinte y de los principios que aquí gestó, la hicieron aceptar el regreso, en compañía de su secretaria Doris Dana, esta vez a tierras veracruzanas. Invitada por el Presidente de la República, Miguel de Alemán, en diciembre de 1948, fue recibida por el Gobernador del Estado de Veracruz, Adolfo Ruíz Cortinez. Ante el interés que despertó su arribo en la ciudadanía, Mistral realizó un cúmulo de actividades en la zona, como la inauguración de bibliotecas, escuelas públicas – algunas de las cuales llevaron su nombre- e infinidad de conferencias que se transmitieron por estaciones de radio.

Paralelamente, al interiorizarse Gabriela de la persecución política que el Presidente chileno, rabiosamente anticomunista y de corte autoritario, Gabriel González Videla, emprendió entre otros, en contra de Pablo Neruda, ella apuntó en su Diario íntimo, Bendito mi lengua sea, recuperado entre sus archivos y publicado el 2009, “Yo quisiera evitar el viaje a México, mientras dura la tensión que hay en Santiago. Conozco muy poco a Neruda en lo personal, mucho en su obra, que admiro profundamente. Es seguro que aún se encuentra en Chile. Es lamentable tales vicisitudes en un gran poeta como él, y es mi deseo más vivo que todo se solucione satisfactoriamente”.

Por su parte, Gabriela Mistral también estaba en una posición incomoda con el Poder Ejecutivo, a pesar de que se le designó como Consuleta ante Veracruz, su nombramiento oficial no llegaba. Ella ignoraba que tal gesto constituía una resolución internacional, pues la adversión se debía a cuando Gabriela, recién galardonada con el Nobel, fue recibida en audiencia por el Presidente de Estados Unidos, Henry Truman. En la ocasión, intempestivamente la poetisa señaló “Señor Presidente, ¿no le parece una vergûenza que siga gobernando en República Dominicana un dictador tan cruel y sanguinario como Trujillo? Yo quisiera pedirle algo, un país tan rico como el que usted dirige debería ayudar a mis niños e indígenas de América Latina, que son pobres, que tienen hambre y no tienen escuelas”.

Convencidos por la administración norteamericana, de la inminente Tercera Guerra Mundial contra la Unión Soviética, el gobierno chileno se alineó con Estados Unidos e impuso una política de caza de brujas contra los hipotéticos enemigos. Si bien en un primer momento estuvo dirigido contra militantes del Partido Comunista, en los meses siguientes, se hizo extensivo a otros sectores, que eran sospechosos a la visión imperialista, dentro de las cuales se encontraba la díscola y provocadora Gabriela.

Frente al silencio de Santiago de Chile a su designación oficial en el Consulado, expresó en su Diario “Vivo como nunca viví: sin saber donde estoy mañana, me han abandonado. Hoy recibo cartas de un patricio nuestro, senador y jurista que me dice que está pidiendo mi traslado a Italia. Parece que se están burlando”. Esta incertidumbre, sumada a la alta temperatura del puerto le generó un grave problema de salud, que derivó en que por recomendación médica se fuera a vivir a la Capital del Estado, Xalapa, donde se le declaró huesped de la Hacienda El Lencero, a fines de abril de 1949.

Por entonces la ciudad de Xalapa, tenía aproximadamente 60 mil habitantes, la circundaban cinco ríos y los recorridos citadinos eran mayoritariamente caminando, pues la locomoción colectiva y los automóviles eran escasos. La inauguración de la Avenida Ávila Camacho y el drenaje de la calle Úrsulo Galván que ostentaba para la época un poderoso alumbrado público recibieron a la Mistral en plena modernización y transformación de la urbe. Dos poderosos medios de comunicación, el Diario de Xalapa y la estación de radio XEKL, mantenían diariamente conectados a los xalapeños con el resto de México y el mundo.Ya restablecida en la nueva ciudad, Gabriela se hizo asidua visitante del Mercado Jauregui y constante asistente del cine El Lerdo. Participó concediendo un sinnumero de ponencias, generalmente en el Colegio Preparatorio, hoy conocido como la Prepa Juarez. Entabló también una fluída relación con la Universidad Veracruzana, a la cual cooperó con varios artículos en la revista Uni-Ver. Paralelamente recibió en su lugar de residencia las visitas de destacados intelectuales, artistas y políticos, entre ellos el expresidente Lázaro Cárdenas.

Sin duda, la mayor atención de la Mistral fue concedida a los integrantes de la revista de cultura de Ciudad de México, ABSIDE, editada por los hermanos Mendéz Plancarte (de orientación católica, lo que marginó la publicación, por los críticos de los círculos literarios). Gabriela ejerció fuerte influencia entre las poetisas, Emma Gomez, Margarita Michelena y Rosario Castellanos, miembros activos de la revista.

En agosto del año ´49, llegó a México -tras escapar de su persecución política- Pablo Neruda para participar en el Congreso Internacional de Partidarios de la Paz. Nunca sabremos porqué no se reunieron, no obstante que ella, meses antes en conjunto con un grupo de intelectuales chilenos, representaron ante los poderes públicos de Chile la conveniencia de aprobar el libre retorno a la patria del escritor, “maestro renovador de la poesía hispanoamericana” que se encontraba en el exilio.

Al arreciar los ataques en Chile contra su persona y su obra, entre ciertos grupos académicos, Mistral interiorizó su ánimo apuntando en su cuaderno “Cosas muy malas han dicho de mí en aquel país que Dios me dió por patria. A ciertos compatriotas solo les falta atribuirme un asesinato. También eso anda en biografías escritas allá adentro, en las cuales se dice que Romelio Ureta se mató por mí, aunque sabe la justicia que se mató por un desfalco hecho en vísperas de su casamiento forzado con una señora que le pedía lujos. También las lenguas infames han dicho allá que Yun, mi sobrino, se mató por causa mia, dándomelo incluso como obsesionado por amor de mí. No desea volver a lugares del mundo donde se hace con los propios asuntos una novela policial. Yo no soy ningún dechado, tampoco una cosa extraordinaria. Yo soy una mujer como cualquiera otra chilena. Mejor me pongo a regar estas plantas que pongo en mi tierra, en el jardin del Lencero”.

Ya repuesta de salud, Mistral resolvió regresar a Veracruz para retomar su cargo consular honorífico. Refirirá así su alejamiento de Xalapa “En esta casa de horizonte desatado, con la hierba alta y dulce, en contorno con los corredores callados por la gracia del ladrillo culto, con el agua próxima, pero dormida, con el arcangel celador de su higuera hindú al costado y con cada aposento diverso pero igualmente aceptador, con el fuego rojo y morado de las bugambilias, con la iglesia greco-romano y con unos ponientes abrazados. En esta casa de época noble que guarda su nobleza, mansión celada por la mano vigilante de una patrona santa y el trato fuerte de un patriarca y por cuidado de cada uno de sus servidores. Bajo estas tejas sin trizadura y estas puertas con cerrojos nocturnos y tan aceptadores de día para cada huesped que llamó – y fueron muchos- durante medio año. Aquí viví yo en paz y dulzura, siendo todo lo feliz que pude ser y deseé en cada uno de los ciento ochenta días la dicha de sus castellanos y la de México conjuntamente. Una larga vida para ellos y toda buenaventuranza para esta patria dos veces buscada y hallada dos veces.Y me voy volviendo la cara a cada paso para retenerla un poco más y mejor bendecirla”.

Durante un año aguardó inútilmente -a pesar de la promesa del Ministro de Relaciones Exteriores chileno- el decreto correspondiente a su nombramiento oficial. Su interés en el cargo era poder completar años como funcionaria pública para así obtener una justa jubilación.

Finalmente, optó por volver a la docencia esta vez en Estados Unidos, abandonando México en diciembre de 1950. Solo en el ´53 y cambiado el Gobierno en Chile, fue designada Cónsul en Nueva York.

En lo que concierne a su patria, recién en 1954, Gabriela recibió su homenaje -tardío- por su Premio Nobel.

No sorprendió a quienes conocían a la poetisa, que durante su velatorio en Nueva 



York, estuviera junto a su ataúd los emblemas patrios de Chile y de México, sus 


 
tierras de origen y de elección.


Oscar Ortiz Vasquez, historiador chileno.
Bosquejo de su próximo libro sobre Gabriela Mistral en México.

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