Rubricar por parte de los más de dos mil delegados la acta configurativa de la Central Única de Trabajadores – el 12 de febrero de 1953- en pleno verano, no fue algo caprichoso ni fortuito de la comisión organizadora.
Desde que comenzó a esbozarse la posible unificación de obreros y empleados en torno a la nueva entidad asociativa, para muchos estaba claro que debía orientarse hacia el sindicalismo revolucionario. Tal postura en cambio no la compartía el Partido Comunista y algunos socios de ruta, quienes abogaban por una Central meramente reivindicativa. Postulaban que cualquier modificación socioeconómica debía ser impulsada por la vanguardia del proletariado – según la teoría Leninista- a través de un Partido Obrero y jamás desde el sindicalismo. Para los Socialistas Populares aliados con Anarquistas, Trostskistas con el apoyo de Clotario Blest, la flamante Central de Trabajadores no sólo sería la gran movilizadora social callejera como se había evidenciado en el Chauchazo y la caída del Gabinete de Concentración Nacional, al término de los años cuarenta, sino que también la rectora de los cambios sociales y políticos que requería el país, como en su momento lo fue la CGT Argentina (1945) y la que realizaba por esos mismos meses la Central Obrera Boliviana (COB) ,enmarcada en la Revolución de Abril de 1952.
Filosóficamente este grupo fundacional de la CUT, compuesto entre otros por Ernesto Miranda de la FONACC, Humberto Valenzuela, dirigente de los obreros municipales, Eduardo Long Alessandri, abogado laboralista, José Piñera, dirigente de los empleados de Corfo y ANEF y padre del actual Presidente de la República, Gonzalo Drago, dirigente de ANEF y destacado literato del Grupo de los Inútiles de Rancagua, y Waldo Grez, presidente de ANES, (hoy en día único sobreviviente de este conglomerado) tenían a la Generación del Centenario como mentores. Estos guías, a su vez, encontraron en el poeta y pensador cubano José Martí, el fundamento para cuestionar el proceso independentista de América Latina en el siglo XIX. “Estados Desunidos del Sur, donde las débiles repúblicas cayeron en manos de caudillos, caciques o pretorianos, representados en una especie de cesarismo democrático, manejados por las oligarquías criollas”, enfatizó la visión Martiana. Esta Generación del Centenario (1910, Chile) representada dentro del terreno de las letras por algunos como Alejandro Venegas, Enrique Mac-iver, Nicolas Palacios, Baldomero Lillo, Luís Emilio Recabarren, planteaban que conmemorar la centuria de república independiente era inexistente y falaz. Como esta convicción era coincidente entre amplios sectores de jóvenes de la América Latina de ese entonces, en poco tiempo se replanteó la cohesión latinoamericana o el indoamericanismo. En ese contexto, la juventud de nuestro continente de los años 20 y 30 concluyeron en la conveniencia de propulsar una Segunda Independencia; la económica. Y su concreción alrededor del nacionalismo continental, como puente entre lo que es el análisis de nuestra realidad local, con el escenario regional. Esto construirá en los años posteriores - pensaban- la conformación de un bloque continental capaz de oponerse a la presión de los imperialismos de turno, que vulneran nuestra autonomía. Por ello, esta corriente de pensamiento sometió a un profundo examen histórico-crítico todo lo acontecido con la independencia en América del Sur y su consiguiente fracaso de los Estados Unidos del Sur, inspirado por Francisco de Miranda. La actuación de los libertadores de la región comenzó a ser debatida y recuperados para el imaginario social. De ahí la fuerza moral que ejerció en la CGT Argentina, José de San Martín y Pedro Murillo en la Revolución Boliviana en sus combates contra las oligarquías. Fue bajo este ascendiente histórico que el grupo sindical chileno eligió el doce de febrero (día de la Independencia de Chile en 1818) como fecha fundacional de la Central Única de Trabajadores. Con tal acto, buscaron legitimar esa efeméride.
Es sabido que tras un breve gobierno independentista presidido por José Miguel Carrera, la España Realista reconquistó nuestro país a sangre y fuego luego del Desastre de Rancagua, lo que precipitó que las huestes chilenas se refugiaran en Mendoza, donde el Gobernador de la región, José de San Martín, determinó fusionar sus tropas con las de O´higgins para constituir un poderoso ejército libertador que combatió a los ibéricos. Ambos personeros además de Bolivar y Sucre – entre muchos- integraron una sociedad secreta que tenía como finalidad luchar en diferentes zonas en contra de los españoles y ulteriormente establecer la unidad latinoamericana. Por tanto, luego de instruirse militarmente durante más de dos años en Plumerillo, Argentina, tal ejército al mando de San Martín y O´higgins, ingresó a Chile donde se enfrentaron en varios combates con los hispanos. Finalmente obtuvieron una derrota concluyente estos últimos, lo que permitió la proclamación de la independencia en Talca, en un magno acto.
Durante cinco años una virtual asociación entre ambos países gobernó esta geografía, logrando igualmente formar una poderosa Fuerza Armada que liberó en 1821 del territorio peruano la presencia española y ungió la República del Perú. Pero este espíritu continental perdió un sustento fundamental cuando sectores patrioteros derribaron a Bernardo O´higgins por supuestas subordinaciones a intereses foráneos. Fue tal el encono contra el General que no solo murió en el exilio – casi en la pobreza- sino que el día de la independencia fue abolido, para reemplazarlo por el dieciocho de septiembre Realista. En los años siguientes el proyecto Bolivariano, expresado en la Gran Colombia, desapareció de la historia a la par con el destierro y deceso de Simón Bolivar. Por eso para Clotario Blest y sus compañeros, el nacimiento de la nova central sindical, en ese día específico, era redimir el sueño bolivariano, que a través de esta entidad tenía la posibilidad de refundar Chile.
Este propósito, que está registrado en los primeros documentos de trabajo de la Comisión de los 25, órgano sindical a cargo de organizar el Congreso Constituyente, empezó a perder fuerza a fines de 1952, producto de la presión que ejerció el Partido Comunista que amenazó con no sumarse a la nueva entidad de los trabajadores si no se aceptaban sus posturas partidistas. En poco tiempo lograron modificar la concepción de la Patria Grande Latinoamericana, por otra en la que el bloque socialista debía ser referente doctrinario. Graves discusiones por la situación se suscitaron entre los miembros de la Comisión de los 25, llegando en ocasiones a forcejeos físicos, no obstante -considerándose que se estaba a semanas de la inauguración de la CUT- la fecha no fue modificada pues ya estaban ratificadas las invitaciones a los delegados.
De toda esta experiencia y su espíritu revolucionario, sólo el doce de febrero, como fecha, sobrevivió a esa gran iniciativa integracionista latinoamericana y promotora de cambios en la que los trabajadores eran fuerza y motor.
Oscar Ortiz, historiador y secretario de Clotario Blest entre 1970-1990.
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